30 diciembre 2005

Vamos a tirar de la manta

Tal y como prometimos en la primera entrega de la saga Ermitaños en el Naranco, la primera visita al llamado Chamizu del Mal dejo muchas cuestiones sin resolver. ¿Qué podía haber detrás de la sábana que se veía al final de la cueva? ¿Terminaba la cueva justo hay o seguía mas hacia el interior del monte?.

Esta vez volvimos cuatro intrépidos expedicionarios, nos armamos de linternas, cámaras de fotos para retratar la gloriosa incursión y pertrechos para protegernos del frío y la lluvia (que no había). Así, partimos al alba y con fuerte viento de levante (como los de Perejil), tras una pequeña discusión inicial sobre si debíamos llevar o no unas litronas de cerveza (al final no las llevamos, para evitar posibles alucinaciones que enmascarasen los verdaderos datos) decidimos plantear la ascensión por la cara sur del Naranco. Las primeras dificultades aparecieron ya pronto, tras la dura escalinata el grupo estaba ya exhausto, pero decidido a lograr su meta. El resto de la ascensión fue duro, con ataques de fieras indomables incluidas perros en las casetas, o cascos de moto que atacan traicioneramente pero que al final reciben su merecido. El buen humor no falto en la ascensión, memorables fueron por ejemplo las risas en la curva de San Miguel de Lillo con los coches que no atinaban a tomar la curva. El último tramo fue el más duro sin duda, puesto que a las penurias de la ascensión se unió la necesidad de la discreción (no sabíamos que podríamos encontrar en la cueva). Al arribar a la zona nos llevamos la primera sorpresa, la entrada al recinto sagrado había sido remodelada, con la máxima precaución avanzamos hacia la oquedad, la zona estaba llena de barro y detritus pero ello no mino la moral del grupo.
Tras algunos traspiés, golpes en la cabeza, cagamentos y titubeos, el momento había llegado, alguien debía tirar de la manta, un aguerrido compañero (Factor F) henchido de valor patrio tiro de la manta descubriendo con gran regocijo un túmulo de piedras, además la cueva seguía adentrándose en la tierra al menos unos 5 metros más. En la zona más profunda las formaciones calcáreas eran de belleza incomparable, apareciendo incluso una chimenea natural que permitía ver la luz del sol a una gran altura.Tras grandiosas celebraciones y sacrificios rituales partimos del lugar con la satisfacción del deber cumplido, eso si antes de abandonar el lugar yo mismo caí en una trampa recibiendo un fortísimo golpe en la cara de una rama de árbol, sin embargo el resto del descenso fue plácido y alegre.

1 Comments:

Blogger Udri said...

Lo raro es que no te rompieras nada, macho, que eres el P-factor (factor pupas) :)

Menudos vándalos estáis hechos, incordiando en los territorios de un bigfoot, seguro :p

20:19  

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